La familia se forma con visión de permanencia, sin embargo a lo largo del camino se encuentran dificultades que desequilibran el bienestar familiar y pueden derivar en una convivencia insana.
Los miembros del núcleo familiar afrontan estas situaciones de diferente manera y de acuerdo a cómo las sientan y las miren pueden responder con un silencio prolongado, pasando por todos los posibles matices, llegando a veces incluso a la violencia física, psicológica o sexual.
Hay que por recordar que la familia es un sistema particular que está regido por normas propias que regulan su funcionamiento en donde el rol que desempeña cada uno de sus miembros es de fundamental importancia: la designación o aceptación de quien o quienes serán los proveedores, los encargados de la disciplina, las labores hogareñas,la crianza de los hijos y demás asignaciones propias de la vida cotidiana, así como el advertir quién o quiénes ostentan mayores libertades dentro del sistema familiar.
Es imprescindible conocer que estructuralmente este sistema se divide en subsistemas que se dan en forma de díadas cuando son dos personas quienes lo conforman, por ejemplo la pareja, o padre-hijo, o dos hermanos; también puede ser en tríadas cuando son tres los interactuantes como sería el caso de la madre con dos de sus hijos o de tres hermanos o cualquier otra variante de los miembros familiares.
En estas estructuras existen además jerarquías internas en donde uno de los miembros ejerce el liderazgo sobre el otro u otros participantes. Una vez tengamos clara esta estructura podremos entender que al darse un desequilibrio en ella, debido a una interferencia interna o externa, los problemas se visualizan y en muchísimos casos son la punta de un iceberg que nos llevará al encuentro con una problemática mayor si consideramos que podríamos añadir a las generadas por la convivencia, otras como la violencia de género, la presión social, las adicciones en uno o más miembros de la familia y la dependencia emocional o económica, por lo tanto aclaremos que una interferencia no siempre es negativa y menos en estos casos.
En conclusión, cada miembro de la familia interactúa con los demás y todos se influyen mutuamente, en consecuencia cualquier cambio positivo o negativo repercute en todo el sistema familiar. La salud global de cada uno de sus miembros, es decir que abarque los aspectos físicos, mentales, espirituales y sociales, determinará la sanidad de las relaciones familiares, por lo tanto si uno de ellos enferma, todo el sistema se desequilibra y pierde su bienestar. (O)