Apropósito del debate generado por el incremento en el costo de las tarifas eléctricas y la enorme carga económica que representa para el Estado mantener los subsidios, es oportuno que la ciudadanía discuta sobre la necesidad de que el Gobierno empiece a motivar el uso de energía alternativa, especialmente aquella que se considera amigable con el medio ambiente, que es la mayor preocupación de gran parte de los países del mundo.
Existe variedad y su producción resulta más barata que las conocidas termo o hidroeléctricas.
Diferentes sectores, por desconocimiento o intereses creados, se han empeñado en hacer creer que la electricidad proveniente de métodos limpios es más costosa que las tradicionales. No obstante, los estudios de grupos ambientalistas, por ejemplo Greenpeace, y de multinacionales, como el gigante de las nuevas tecnologías, Google, muestran todo lo contrario.
Esta semana, por ejemplo, el buscador anunció que invertirá otros $ 280 millones en plantas de energía solar en Estados Unidos, con lo que suma $ 600 millones en este sector. En España, para no ir más lejos, la construcción de edificios de apartamentos o grandes factorías debe considerar, por mandato de la ley, el montaje de sistemas de paneles solares para reducir la carga en el consumo de la energía que producen las centrales tradicionales.
Luego del terremoto y tsunami ocurridos en Japón, sabemos que las plantas nucleares para producir electricidad pueden ser consideradas como un atentado a la existencia humana, pero sigue siendo una opción barata y limpia.
La privilegiada ubicación de nuestro país -Costa, Sierra o Amazonía- permite que durante todos los meses del año podamos disfrutar de luminosidad y calor solar. Pero también existe la posibilidad de que direccionemos las ráfagas de viento para convertirlas en energía.
Las islas Galápagos y la totalidad del perfil costero se prestan para la innovación y ejecución de proyectos de este tipo. Y aunque parezca lejano y de ciencia ficción, nos queda la posibilidad de recurrir a la descomposición de los desechos orgánicos para producir otro tipo de energía.
Una vez que el Estado consiga abaratar el acceso a la tecnología y la instalación de paneles solares en los techos de nuestras viviendas, o grandes aspas movidas por la fuerza del viento, el principio del fin de los subsidios en el país habrá comenzado.
Mientras tanto, el debate queda abierto.