El informe de la Corporación Participación Ciudadana presenta cifras alarmantes: del 1 de diciembre de 2019 al 31 de septiembre de 2020 se registraron 6.322 trinos violentos contra mujeres que hacen política. Las agresiones son de todo tipo y los términos, de igual forma. Las redes sociales son, como ya se ha señalado hasta la saciedad, una ventana abierta para vulnerar la honra de las personas, más aún si se trata de ellas.
Las descalificaciones y desacreditaciones están por doquier; no se mide ni siquiera la magnitud de los términos: "asesina, inepta, ladrona, cínica...", en fin, la lista es extensa. Y no se diga del uso (o abuso) de los memes donde se desvaloriza o cosifica a la mujer; incluso hay quienes han recibido amenaza y atentados a la honra. A pesar de las denuncias y las constantes quejas, a título personal o mediante organizaciones de defensa de derechos, las agresiones no paran. Es como si se quisiera hacer cotidiano el insulto de quienes, cobijados detrás de una pantalla y más aún, en el anonimato, hacen gala de su falsa valentía.
No es necesario ahondar en detalles, las pruebas están a la vista de todos, pero lo que más alarma es la aparente impasibilidad de una sociedad que, lejos de reaccionar en derecho y con firmeza, más bien opta por "ese mirar a otro lado" como tratando, voluntaria o involuntariamente, de que estos hechos sean algo normal, cuando más bien debería ser lo contrario.
Es entonces cuando no solo las autoridades, sino también los ciudadanos deben elevar su protesta y actuar con firmeza, para rechazar estos actos que denigran la honra de las mujeres. La Legislatura y las organizaciones de derechos humanos, desde sus trincheras de lucha tienen la misión de impulsar, instar o exigir si ese es el caso acciones o leyes para impedir estos abusos.
Y si existen normativas para denunciar y castigar a los agresores verbales, entonces que se apliquen como debe de ser. Una sociedad que tolera y acepta el abuso como norma diaria, está propensa a la caotización de sus más excelsos valores. Las diferencias se ventilan con altura y respeto. Ya es momento de decir entonces: ¡Basta ya del abuso, no más violencia contra la mujer! (O)