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Ya bordea el centenar de muertos, medio millar de heridos, además de cuantiosos destrozos y daños materiales. Pero sobre todo hay pánico e incertidumbre para miles de familias en Palestina. El Gobierno israelí no muestra ninguna voluntad de parar la masacre, a pesar de que hasta ahora no muestra evidencias de daños ocasionados por misiles, repelidos gracias a su poder defensivo.
Mientras el presidente de Palestina, Mahmud Abás, dice que se trata de un genocidio. Y, por lo pronto, en todo esto no hay voluntad de diálogo de quienes ocasionan los bombardeos. Por todo eso, como ya se han pronunciado varios líderes mundiales, el llamado general es parar los ataques y con ello cerrar la posibilidad de una escalada mayor de violencia.
Por supuesto que hay que investigar los crímenes cometidos, según denuncia Israel, para determinar las responsabilidades concretas. Pero de ningún modo aquello justifica la violenta reacción cuya franca víctima es la indefensa población civil.