Cuando más democrático quiere parecer, el Alcalde de Guayaquil suelta frases que desnudan su real concepción de la democracia.
En un canal de televisión dijo que el triunfo del Sí es legal, pero -como está- resulta inmoral.
Tamaña declaración solamente alcanza a quien desprecia la voluntad popular y solo reconoce lo que le conviene.
¿Eso quiere decir que la mitad de los ecuatorianos que votaron por el Sí es inmoral? ¿Eso no nos devuelve a esa famosa declaración de que quienes votaban por Bucaram, en 1996, eran prostitutas y ladrones?
La democracia no está sustentada en valores morales, sino en políticos y ciudadanos, que bien podemos compartir o discrepar, pero jamás estigmatizar para sustentar una moralidad trasnochada. Según Jaime Nebot, las elecciones son para elegir entre el bien y el mal. ¿Quién sostiene y tasa lo uno y lo otro? ¿Él? ¿Su pensamiento neoconservador? ¿Por eso prohíbe imágenes sexuales explícitas en las obras que participarán en el Salón de Julio? En su misma línea de pensamiento era moral decir Sí a la pregunta de los casinos. Claro, pero cuando mira los resultados retoma su esencial pensamiento y coloca la realidad de los datos y resultados en el “altar” y desde ahí nos obliga a persignarnos. Eso no es democrático.
Con ello aniquila toda posibilidad de reflexión colectiva y estigmatiza al otro, destruye la interlocución inteligente, socava la construcción de la democracia.
La moral es un asunto privado. La política es un valor ciudadano. Entre las dos hay una delgada línea que debe ser fijada por lo público.
La votación del Sí no es inmoral, es un pronunciamiento democrático, como lo es también la del No. Que cierto entusiasmo -por una supuesta victoria- estimule su euforia no justifica estigmatizar a la ciudadanía que apuesta por un cambio verdadero y se expresa a través de la democracia directa.