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El Telégrafo

¡No era para tanto, Gabriela!

23 de agosto de 2020

Hace dos días se registró otro femicidio, un caso más en el largo historial de asesinatos perpetrados por hombres que cosifican a la mujer. Gabriela León, cuencana de 36 años, fue asesinada por su expareja, Juan Bernardo Ordóñez, médico de 33 años con quien había tenido una relación de 7 meses.

Luego de que fuera aprehendido, Ordóñez confesó que no quería matarla, que solamente apretó su cuello y que cuando intentó reanimarla ya era tarde. Él creyó, dijo, que "no había sido para tanto".

Así, con ese argumento pusilánime, Ordóñez, el joven médico cuencano, buscaba un atenuante que justificara la embriaguez tóxica que lo orilló a deshumanizar a Gabriela, porque cuando se acomete un femicidio el victimario ostenta una psique que asume a la víctima como si fuera de su propiedad.

Bajo esa lógica actúa el machismo, el de pertenencia, infligiendo algún tipo de castigo porque esa mujer que "era suya" tuvo la osadía de dejarlo o de no ceder ante sus pretensiones.

Podría llamar la atención el hecho de que el femicida tuviera un título profesional, una instrucción académica, sin embargo esta particularidad solamente revela lo que se desprende de estudios sociológicos de larga data: el machismo no responde a lógicas vinculadas a la clase social o la preparación académica sino más bien a la evolución de cada persona como ser humano.

Los femicidios van ligados, además, a la hipersexualización del género femenino, que concibe a las mujeres como una cosa que está allí para complacer al hombre cuando él quiera o necesite porque para eso está.

Esa mirada deformada de la sociedad, de la que se retroalimenta el machismo, encuentra abono en la familia, en la religión, en las novelas, en las películas, en las canciones, como ejes transversales, porque los tres pilares en los que descansan las ideas son la familia, la escuela y la iglesia, y si se engranan esas tres visiones tenemos como resultado una sociedad profundamente machista.

En Ecuador cada 71 horas asesinan a una mujer y hasta los primeros días de julio en lo que va del 2020 se habían cometido 29 femicidios. El asesinato de Gabriela León sacude a la sociedad, pero también sacuden las horrísonas opiniones de aquellos que se lamentan del infortunio de Ordóñez quien "ha arruinado su cómoda vida de médico" por algo tan banal como Gabriela.

Esas manos, adiestradas para sanar, han comprimido la tráquea y las arterias carótidas de Gabriela, una mujer que debía salir indefectiblemente ilesa de un estrangulamiento porque el médico, consumido por su machismo, creyó que manipulaba a un maniquí (una cosa) y que, por consiguiente, "no era para tanto".

Cada vez que una mujer es víctima de violencia o de femicidio en el Ecuador, nos agreden a todas. (O)

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