Tras las evaluaciones necesarias y justas del octavo aniversario del Gobierno, donde hay cifras y datos altamente positivos, también cabe apuntalar otras demandas concretas y plausibles en la necesidad colectiva de profundizar la democracia.
Por un lado, es importante fortalecer la idea de que la calidad del servicio público, la atención amable y atenta a los ciudadanos, en todas las instancias burocráticas, no puede ser una excepción o un lunar. Al contrario, debe ser una norma; y así deben asumirlo todos los funcionarios públicos. Lo contrario hace que se pierda plata y tiempo, para lo cual no hay ninguna justificación, porque es otro modo de corrupción que nadie aceptaría.
Y de otro lado, trabajar con eficiencia, excelencia y efectividad en toda gestión, en cada trámite, proyecto y obra, con altos estándares, es la única vía para que entendamos el cambio como una realización concreta. Pero al mismo tiempo, hay que entender que el trabajo colectivo y comunitario también ayuda -y mucho- en todo esto.