Las luchas por la preservación de los bosques y las fuentes de agua, garantía de la vida humana, atraviesa varias luchas contemporáneas. El activismo ambiental disuelve fronteras y da lecciones hondas.
En las cercanías de Colonia, Alemania, se eleva el Hambacher Forst, un bosque único de robles cuya constitución le tomó doce mil años, pero cuya supervivencia casi se echa a pique en las últimas décadas. Quinientos metros debajo, hay depósitos de lignito –empleado como combustible fósil- y si todo va según el cronograma planeado por RNW, empresa encargada de su explotación a cielo abierto, lo que queda del bosque desaparecerá por completo en los próximos tres años ...
Steffen Meyn, un joven de 27 años, quería documentar el desalojo policial de los ambientalistas que se habían instalado hace cinco años en Hambacher Forst, uno de los tres bosques primarios de Alemania. La expulsión, marcada por el abuso y la violencia policial según reportes, se encontraba en la marcha final. Hay que imaginar las casas en los árboles en las que estos luchadores radicales vivían, imaginar a la policía sobre plataformas desde donde se pudiera echar a los habitantes arbóreos. Imaginar los métodos de disuasión en contra de quienes habían acudido por miles en marchas pacíficas para mostrar su solidaridad con los activistas y sus deseos de proteger el bosque milenario.
Hace pocos días, Steffen Meyn cayó de un puente colgante que unía dos casas de árbol de una altura de más de quince metros. En ese mismo instante, un escuadrón especial desalojaba a una activista situada a altura semejante. No se sabe si Steffen se encontraba allí para documentar con su cámara la acción de la policía ni por qué cayó ni si fue un accidente. Sí, que su trabajo de reportaje estaba siendo obstaculizado por la policía y que el peligro de la acción de desalojo era creciente.
¿Lignito o savia? ¿Mina o árbol? ¿Cuánto cuesta una vida humana? ¿Cuánto, un bosque milenario? (O)