La lógica del mercado y el peso del neoliberalismo no se ausentan del país. Difícil.
Se trata de una “cultura” estimulada por los medios, la publicidad, e incluso ciertos académicos. En ese modo de vida, el éxito es el indicador de desarrollo y la ganancia el síntoma de bienestar. Por eso, toda carga impositiva, eliminación de subsidios y gestación de una -esa sí, cultura ecológica- no cuadra en esos pensamientos.
Ecuador no requiere de una sociedad consumista, derrochadora, que aspira a lujos y plástico por todas partes. Esta tiene un profundo sentido de la naturaleza y por eso la Constitución la reconoce como sujeto de derechos.
Y para eso hacen falta políticas públicas, acciones concretas y medidas efectivas. Pero, independientemente de lo que haga el Ejecutivo y los gobiernos locales, hay una responsabilidad mayor en la ciudadanía: velar por el bienestar de todos, cuidando la naturaleza y construyendo una cultura que la proteja.
Obvio: es sintomático que el Gobierno dejaría de percibir recursos, vía impuestos, si la gente consumiera menos plástico, ahorrara luz y utilizase otras formas de movilización que no impliquen gasto de combustible. Visto así, parece fácil y hasta utópico, pero ¿por qué en los hogares se dejan encendidos los televisores y focos que no están siendo utilizados?
¿El Estado debe seguir subsidiando ese derroche? ¿La naturaleza puede seguir proveyéndonos de energía y recursos finitos de manera indefinida?
Por supuesto que no. Sin embargo, algunos medios de comunicación, en vez de hacer críticas infundadas y evidentemente políticas, deberían revelar el estado real del consumo y del derroche, hacer campañas de concienciación sobre el uso y abuso de la electricidad, gasolinas y recursos no renovables. Así, con todo lo que ello implica, tendríamos una sociedad más cohesionada a favor de intereses comunes y en función del bienestar colectivo.