El siglo XX no podía terminar con esa lacra llamada apartheid. Eso fue posible por la lucha e inteligencia de un hombre bueno, enorme y profundamente patriota, en la más intensa significación de la palabra. Nelson Mandela no fue un hombre cómodo para el sistema capitalista.
De hecho, recién en 2008 fue sacado de la lista de ‘terroristas’ junto con su organización política. Tras 27 años de reclusión, su vida estuvo consagrada a la defensa de los derechos humanos de los afros, en contra del racismo y la exclusión.
Con su partida nos deja muchas tareas. Él ya cumplió lo suyo. Nos toca a las nuevas generaciones imitar su actitud, compromiso y fortaleza política para afrontar los retos que todavía están latentes en el planeta: acabar con la pobreza y la inequidad social y económica.