El debate llegó a su fin. Anoche la opinión pública tuvo la oportunidad de escuchar las propuestas de los candidatos, especialmente en lo que concierne a la lucha contra la corrupción y el rescate de la institucionalidad del país. Ofertas hubo muchas, no obstante, es imperativo mencionar que muchas de ellas requieren, para su aplicación, de una reforma constitucional.

Promesas de cadena perpetua contra quienes roban el erario nacional y que trabajen en granjas agropecuarias o en minería; la eliminación del Consejo de la Judicatura previa consulta popular a los ecuatorianos, creación de jueces sin rostro, reformas a la Ley de Contratación Pública o la creación de una Contaduría General del Estado fueron algunas de las propuestas que se escucharon en la avalancha de ofertas y promesas para combatir la corrupción.

Es por ello que, una vez que que se escucharon las propuestas, se hace menester analizar detenidamente cada enunciado. Como ya ha ocurrido en los anteriores debates, el tiempo conspiró contra los candidatos para que expliquen con mayor detenimiento la manera en que impulsarán sus propuestas, esto en caso de que sean favorecidos con el voto popular y lleguen a Carondelet.

Pero no es necesaria una explicación de esa índole. Es evidente que para su impulso se requiere del apoyo legislativo para impulsar tantas o cuantas reformas legales o constitucionales sean necesarias; un camino harto complicado toda vez que se avizora un parlamento atomizado en el que muy difícilmente se logren llegar a acuerdos mínimos.

Sobre el impulso a una consulta popular para, con la aprobación de los ecuatorianos, llevar adelante estos cambios o se cumplan las propuestas, también se requieren de escenarios que muy difícilmente se puedan lograr en tiempos acordes a lo deseado por quienes propugnan las variadas e inusuales ideas.

Esto en el plano de su procedimiento, mas no sobre si son o no realizables. Por tal razón se podría determinar que muchas de estas propuestas se convirtieron en una especie de pelea por quien da más o qué oferta les pareció más agradable a los oídos del electorado.

A más del tiempo, principal óbice para una amplia exposición de ideas, el número de candidatos a la Presidencia (16 como es conocido) convirtió el debate en un escenario similar al de un mercado de ofertas, hubo mucho ruido y propuestas dispares que el camino hacia su realización, se avizora sumamente complicada, por no decir utópica. (O)