Por largos años el discurso de la autonomía sustentó la plataforma política de algunos alcaldes y con ello consolidaron una idea potente del rol de los municipios en los territorios. Y para eso hubo sendas reflexiones y hasta proposiciones documentadas. Parte de esas reflexiones y propuestas era hacerse cargo de los servicios cercanos a la gente, entre ellos el de los bomberos. Y era lógico y necesario. La autonomía es, ante todo, una plena y absoluta responsabilidad con la comunidad. Para eso hace falta una consecuente planificación global que incluye atender, organizar, supervisar y ordenar la prevención y combate de los incendios. Y, por supuesto, ello incluye contar con los recursos y el financiamiento necesario, de modo que sea un servicio garantizado.
Pero parece ahora que aquellos alcaldes que se jactan de líderes de autonomías e independencias solo lo hacen con aquello que les resulta cómodo y políticamente rentable. No pueden desentenderse de ese servicio, hay que buscar la fórmula para financiarlo.