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El Telégrafo

Las violencias que anulan la legitimidad de las protestas

16 de agosto de 2015

Si se revisan las plataformas de lucha de la Conaie y el FUT, en estricto rigor, encontraremos un legítimo reclamo, que no necesariamente debe ser tomado como viable o legal en todos sus puntos. Incluso, sin estar de acuerdo con todo lo demandado se podría decir que políticamente es correcto proponerlo.

De hecho, cada plataforma tiene una mirada de la realidad, que es el resultado de posturas y programas políticos de determinados partidos y movimientos, todo lo cual revela una disputa democrática en nuestro sistema y en nuestra coyuntura política, que además permite pensar hasta dónde caben esas ideas o postulados que hablan de la ausencia de disenso. Incluso, cada punto de las plataformas de lucha de los dos gremios ecuatorianos ni siquiera ha sido bien explicado por los medios y corresponsales extranjeros que informan sobre esta coyuntura.

Entonces, en esa lógica, ¿por qué en la marcha del jueves pasado hubo una violencia inentendible contra la fuerza pública? ¿Por qué el prefecto de Zamora Chinchipe agarró las vallas del municipio para lanzarlas contra los policías? ¿Qué haría él si la militancia de cualquier partido que no fuera el suyo hiciera lo mismo en su provincia frente a los problemas que no ha resuelto Salvador Quishpe en sus dos últimas administraciones? ¿La intención era entrar en la Plaza Grande para romper todo lo que encontraran a su paso? ¿O pensaron que entrando de la forma violenta que lo hicieron serían recibidos por las máximas autoridades del Estado para concretar el diálogo al que se han negado durante semanas?

Todos los medios instalados en el Centro Histórico de la capital captaron las imágenes y los testimonios de quienes arremetieron contra los gendarmes con una violencia inusitada y no porque la Policía haya reprimido la marcha pacífica que llegó desde el norte de la ciudad. Los policías resistieron y repelieron los ataques criminales de aquellas personas que buscaron herir y no precisamente expresar una postura política.

Por lo tanto, en estricto sentido, ni hubo paro ni protesta. Para que ocurriera tal medida de hecho, las fábricas, los servicios públicos y privados y las instituciones estatales debieron paralizarse. Y eso no pasó. Pero ni diario El País, de España, ni otras cadenas, y mucho menos los medios locales privados lo dijeron.

Marcha sí hubo, nadie lo duda. Y, como también se puede constatar, esa manifestación tuvo un largo rato de gritos y consignas. Los cálculos más generosos señalaron que acudieron alrededor de 10 mil personas, no 150 mil, como miente la corresponsal de El País. Y si sumaron todo el apoyo que dicen y hasta la solidaridad de Jaime Nebot, Álvaro Noboa, Lucio Gutiérrez y Guillermo Lasso, por qué tuvieron que agredir y romper vallas, bancas, árboles y todo lo que encontraron en los alrededores de Carondelet.

Por eso el rechazo crece contra quienes dicen una cosa y hacen otra. No cabe en la disputa política, por legítima que sea, esa violencia inusitada, ilimitada, inconcebible e injustificable. Y por eso mismo el objetivo político de la Conaie y del FUT se desvanece sin gloria. (O)

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