Estos días, en las principales ciudades del país, reaparecieron las ventas ambulantes en y alrededor de las principales zonas comerciales (calles, plazas y malls). ¿No hay control para reducir su presencia y dificultades en el tránsito de los peatones? ¿Hasta dónde es válido invadir las veredas para ofrecer mercancía ‘a bajo precio’ y sin factura? ¿Es ya una tradición o una compulsión del mercado? Por sí mismas estas preguntas conllevan algunas reflexiones y también ciertas decisiones de las autoridades.
Por un lado está el control urbano y de otro ese sentido poco modesto y austero que queda de lado en estos agasajos y festividades. No hay debate porque el mercado se impone y difícilmente algunas supuestas tradiciones serán desterradas.
La Navidad no debe ser -ni fue el espíritu cristiano que la creó- un momento de comercio y gasto. Al contrario, se trata de un encuentro absolutamente humano y espiritual. Y en esa perspectiva deben pensar las familias y los amigos, a pesar de que los regalos tengan un sentido fraterno.