El agua es vida. Eso nadie lo duda. No es un recurso inagotable, esa es otra verdad incuestionable. Y por lo mismo requiere políticas públicas, normas y responsabilidades concretas. Si Ecuador se mirara en el espejo de esos países que tienen escasez de agua, ya estaría adoptando medidas drásticas que ningún ser humano dudaría en obedecer. Pero parece que como ahora nos ‘sobra’ y tenemos ‘libertad’ de abusar de su consumo, cualquier medida emitida, más si no gusta a quienes hacen negocio con este bien, se convierte en motivo de escándalo o en un provechoso instrumento de oposición política.

Ya vimos lo que pasó con la discusión de la Ley de Aguas. Y ahora que les corresponde a los municipios trabajar en el mejor uso del agua, saltan voces en contra de toda regulación, porque parece que la libertad es absoluta hasta para desperdiciar recursos hídricos, que le hacen más falta a otras regiones de nuestro país y a los agricultores, campesinos y productores de menores ingresos que a los grandes hacendados.