Efectivamente están ahí. No se ocultan ni tampoco camuflan. Son actores políticos con la absoluta libertad para protestar por lo que parecería les afecta, aunque digan que no hay libertad. De hecho, tienen un discurso y unos argumentos muy parecidos a los que usan en la MUD de Venezuela. Revelan, eso sí, una postura que no es nueva ni mucho menos ajena a todo el relato construido desde la misma campaña electoral de 2006. Es decir: oponerse a toda forma, ley, normativa o regulación sobre sus propiedades, enriquecimiento, fortunas o herencias.
Por todo ello caben algunas preguntas que no van a encontrar respuestas únicas y menos aún unánimes, porque ahora parece que todo es homogéneo o debe ser homogeneizado. Si alguien piensa o escribe distinto, defiende al Gobierno o todas las conquistas alcanzadas estos años, solo recibe ofensas, injurias, burlas y difamación.
De ahí que se ha querido instalar en el imaginario nacional y extranjero que las manifestaciones de los últimos días son espontáneas, ciudadanas y para nada políticas o ligadas a alguna organización partidista, empresarial o corporativa. Incluso, con el ‘acolite’ del aparato mediático ligado (¿y bien financiado?) a esos grupos quieren ‘historizar’ este momento como una manifestación de ‘vastos’ sectores, de una generalizada oposición y que del otro lado no hay nadie. Ciegos a la realidad y a la evidencia.
Por lo pronto, hay pruebas y pistas que revelan que nada ni para nada es espontáneo. Eso hay que decirlo con absoluta claridad. Por más que intenten negarlo, se reconocen y registran acuerdos y coordinación de personas y personajes de las élites del país para articular una protesta sin base popular y con un solo objetivo: romper el orden jurídico y constituido bajo una supuesta legitimidad democrática de la que participaron quienes lideran las marchas.
Hay mucha plata. Han pasado el sombrero. Se han ‘fondeado’ para sostener algunas semanas a varios grupos y dirigentes, a los que quieren mostrar como ‘indignados’ y de la clase media.
El aprendizaje democrático que reclamaron en años pasados solo sirvió para mostrarse liberales y políticamente correctos solo cuando era necesario y útil, no como una conducta democrática. Ahora, a pesar de negarlo, buscan la caída y el derrocamiento y por ello hacen spots, ‘memes’, banderas y llamados a las cúpulas y tropas de las Fuerzas Armadas y de la Policía. ¿Con qué propósito? ¿Para hacer respetar la Constitución? No, eso no está en sus planes. Es todo lo contrario.
Ecuador necesita que las disputas y las diferencias se resuelvan dentro de la democracia. Ya se han pronunciado organismos, entidades y personalidades extranjeras.
Ha quedado claro que las élites económicas y sociales de Ecuador no están dispuestas a ningún cambio o transformación estructural. Harán todo lo que esté a su alcance para defender sus privilegios y hacernos creer que lo que a ellas les afecta nos perjudica a todos los demás. Y, para peor, cuentan con el apoyo de aquellos grupos que dijeron representar a los sectores populares y llamarse de izquierda, cuando en realidad son solo funcionales a la estructura de poder económico.
Por todo ello, nada de lo que ocurre estos días es espontáneo ni es una expresión popular. Es la evidencia de una estrategia bien montada y bien financiada. (O)