Parecían ya parte del paisaje. Nos acostumbramos porque nos acostumbraron. Ya parecía normal que ocurrieran las invasiones y no hubiese respuesta radical. De hecho, fueron usadas por el clientelismo político tradicional con fines proselitistas, pero terminaron siendo caldo de cultivo para afirmar la pobreza, la violencia, el abuso sexual y social.
Ahora, gracias a la firmeza y determinación del Gobierno, pensando en resolver los problemas y no en usarlos para su tributo, esas invasiones tienen un freno y también una respuesta concreta, como lo demuestra el proyecto Ciudad Victoria. Ahí no cabe discusión y menos duda: quienes deseen vivienda deben acogerse a los planes y programas, pero jamás violar la ley. Sin embargo, hay problemas no resueltos: ¿De dónde vienen los invasores? ¿Cuáles son los pueblos y ciudades que proveen de invasores a la provincia de Guayas? ¿En esos pueblos de “origen” hay causas que motivan y movilizan a los invasores pobres?
La provincia del Guayas y el Gobierno no harán mucho si no se resuelven los problemas de vivienda en aquellas urbes de donde provienen los invasores. Por lo pronto, el mensaje es claro: no se aceptarán más invasiones. Y entonces el fenómeno, que es crónico, ¿se trasladará a otra región, provincia o ciudad?
Cuando el Ecuador demanda firmeza para resolver problemas de fondo, el mejor ejemplo lo vemos en la respuesta del presidente Rafael Correa. Sin ser la solución definitiva, se requiere la coordinación con los gobiernos locales y, además, de políticas públicas integrales que garanticen nuevas y mejores posibilidades de vivienda, con otra calidad de vida, servicios, atención básica y la provisión de la infraestructura social para los pobladores, de modo que, al tener educación y salud, no haya razón para que la delincuencia y la pobreza sea su estigma.