Si nos atenemos a los grandes titulares y a las loas de las cadenas mundiales de prensa, la COP21 habría sido un éxito y el planeta entero debería seguir su curso actual sin mayores preocupaciones. Claro, las potencias contaminantes, las emisoras de polución y las generadoras del modelo de consumismo más atroz para la naturaleza imponen sus modos y miradas de lo ocurrido. Es así que en el resto del mundo todo se reproduce de un modo casi automático. Pero no todo es color de rosa. Ni siquiera las sugerencias y críticas del papa Francisco fueron recogidas por las grandes potencias. Y la consecuencia está a la vista: no hay ningún compromiso serio y responsable por actuar en consonancia con la crítica y ya grave situación del cambio climático. Por lo tanto, no solo que hace falta insistir en una exigencia global para que las potencias dejen de contaminar, sino que se acojan las sugerencias de quienes somos víctimas de ellas. Ha quedado de lado pagar la deuda ambiental y crear una corte de justicia ambiental. Y el fondo para reducir el cambio climático es una limosna ante el tamaño del problema. (O)
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