Si a cambio de la “ayuda” que EE.UU. da a otras naciones ahora este país califica, descalifica y premia a ellas con índices de transparencia no cabe duda que volvemos a la colonización y a tener un comisario mundial, sin saber con qué autoridad moral, legal o política asume ese rol. Y los acólitos de esa política colonialista con toda la prisa se encargan de legitimar esa condición.
Si EE.UU. dona dinero, para lo que fuese, a lo único que supuestamente estaría obligado es a auditar esa ayuda. Pero de ahí a calificar cómo y con quién maneja su deuda externa o la concesión de contratos gubernamentales para la explotación de recursos naturales ya es una intromisión inaudita. No es de su incumbencia, por más que aparezca como una demanda “sana” y “normal”.
Y dicho aquello no hay que dejar de pensar que todo esto no ocurre gratuitamente ni mucho menos cuando hay intereses corporativos (¿la mano sucia de Chevron es ajena a esto?) y políticos (al inicio de la campaña electoral) en disputa, de los cuales EE.UU. no es ningún actor neutral. Aquí hay leyes, códigos y normas para la transparencia que debería leer EE.UU. (O)