La diferencia entre solidaridad y beneficencia marca y dice mucho de quien lo hace. La primera no distingue nada, la segunda es un acto, muchas veces, misericordioso.
Y por eso lo que el gobierno de Rafael Correa ha hecho con Haití es una expresión de lo que somos los ecuatorianos y demuestra lo que es una real solidaridad, a diferencia de aquellas políticas huecas llenas de consignas que no pasan de buenas intenciones.
El mundo tiene una deuda histórica con los haitianos, no solo por el salvaje esclavismo del que fueron víctimas sino -además- por la exclusión económica y apoyo insuficiente por las tragedias vividas tras el último terremoto.
Lo que ha hecho Ecuador en estos años quizá sea poco frente a sus centenarias necesidades, pero constituye un referente y un paradigma para abordar las relaciones entre los países. No solo se trata de convenios y acuerdos sino de actitudes y hechos concretos. Como nunca antes, nuestra nación es un ejemplo simbólico y práctico de verdadera solidaridad.