Quienes ahora se pintan como ultrademócratas, liberales, respetuosos de las instituciones -y por ende del sistema vigente- son los que más apelan al golpismo, al derrocamiento y a la defenestración. Claro, solo para una autoridad.
Cuando alguien invoca la derogatoria del mandato para un alcalde, prefecto o legislador, más si es de su línea política, eso se llama autoritarismo y cualquier otra cosa. La Constitución de Montecristi abordó la revocatoria del mandato como una herramienta democrática tras diez años de inestabilidad, uso perverso del golpismo para sostener los privilegios e imponer a sus ‘cuadros’ como gobernantes, pero no para corregir lo de fondo: inequidad, desigualdad y ausencia de democracia real.
Si en términos objetivos revisáramos los programas y su efectiva aplicación en ciertos municipios, constataríamos que cabe perfectamente la revocatoria de su mandato. Para eso está la Constitución y sus herramientas legales. Entonces, hay que pensar si efectivamente pensamos en la democracia o en sostener un sistema injusto y de privilegios para pocos. (O)