La noticia de que Argentina y México se unen para producir una vacuna contra el covid-19 pone en el mapa mundial a la región. El anuncio de sus gobernantes es que está en marcha un acuerdo para trabajar en este plan y que esté lista, en el mejor de los escenarios, en el primer trimestre de 2021.

La noticia, apenas se difundió, despertó el interés de los países de la región, sobre todo porque la intención es, una vez que esté lista, sea distribuida para Latinoamérica. De esta forma la región tendrá una alternativa rápida y deberá esperar a que los países desarrollados, que también se encuentran en fase de producción, se provean primero de una vacuna para y que luego llegue a esta parte del hemisferio.

De lo que se conoce es que en el proyecto ya está trabajando la Universidad de Oxford junto a la empresa farmacéutica AstraZeneca, que tiene su sede en Londres y su financiamiento está a cargo del magnate Carlos Slim.

Se trata entonces de noticias alentadoras para esta parte del planeta, sobre todo para Latinoamérica y el Caribe, inclusive donde se lucha intensamente para controlar la pandemia. Las cifras de contagios son elevadas, con más de 5.6 millones de personas afectadas y las autoridades intensifican sus campañas para crear conciencia en sus ciudadanos, de que el peligro está latente.

Ecuador no es ajeno al problema, pues las últimas cifras oficiales señalan que los afectados confirmados supera los 100.000 habitantes y de acuerdo a la realidad de cada ciudad, cantón o provincia, las autoridades han establecidos estrictas medidas de bioseguridad para mantener a raya el contagio y el gobierno extendió por 30 días más el estado de excepción en todo el territorio nacional.

La esperanza de una vacuna para la región sin duda es un aliciente, pero que esto no signifique el final del problema. También es necesaria la corresponsabilidad de la población y que todos aprendamos de las experiencias y las lecciones que este virus dejó con las consiguientes secuelas en lo económico, social y en la salud.