En los últimos tiempos hemos vivido uno de esos fenómenos que pocos estudiosos y académicos responsables atinarían a dar un calificativo, y mucho menos una categoría científica.
Pues resulta que todo lo que aparece o se ignora en ciertos periódicos o noticieros de televisión es lo que existe o se debe considerar como verídico y legítimo. Todo lo demás no cuenta. Si los periódicos titulan que los precios de las medicinas subieron 300%, así debe ser.
Si Ecuador vetó una declaración de apoyo a los derechos humanos en Costa Rica no hay rectificación o aclaración porque esos medios creen que así ocurrió. Y lo mismo ocurre ahora con las sentencias, providencias y hasta con juicios cerrados. Para ellos, la probidad de la justicia (a diferencia de lo que dicen entidades y encuestas de prestigio) pasa porque en sus titulares eso quede consagrado. Si no les gusta, entonces no se publica.
Ya la historia tiene muchos antecedentes de esas conductas y sabemos bien para dónde apuntan.