Guayaquil amaneció, el pasado martes, con la noticia de un incendio de grandes proporciones que había destruido decenas de locales en el sector comercial de la Bahía. De acuerdo a las primeras investigaciones, la utilización de una soldadora para reconstruir las bases de un quiosco, en horas de la madrugada, inició el siniestro que se prolongó por cerca de una hora.
La noticia ha provocado en la ciudadanía una sensación de haber vivido esa experiencia en otro tiempo, debido a que, a lo largo de la historia, en la proximidad de las festividades de Navidad y Año Nuevo, se ha registrado en esta ciudad un gran número de incendios.
El 5 de diciembre de 1997, en el mismo sector, más de una docena de personas resultaron calcinadas por la explosión de un millar de torpedos (piedra chispa y pólvora) que se expendían sin control en la zona conocida como Huayna Cápac. El 20 de noviembre de 2009, un cortocircuito desató la incineración de un centenar de viviendas en tres manzanas de la cooperativa Esmeraldas Chiquita.
A diferencia de lo ocurrido en la zona comercial a la que hoy nos referimos, en este sector no se registraron víctimas mortales. Para cerrar con este lamentable recuento de los últimos años, en diciembre de 2010, un incendio en una bodega de juguetes -otra vez en el corazón de la Bahía- encendió las alarmas en el centro del puerto principal.
Las autoridades provinciales y de socorro (Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Defensa Civil y Policía Nacional), debido a estos antecedentes, están pendientes ante la proximidad de estas fechas que suelen venir acompañadas de tragedias. Por ello, la ciudadanía está obligada a denunciar la elaboración de artefactos explosivos, cuya venta se dispara en diciembre. También es responsabilidad de la Municipalidad hacer cumplir las leyes y supervisar que todas las edificaciones tengan el sistema eléctrico en óptimas condiciones para evitar pérdidas y contratiempos.
Adoptar medidas preventivas por nuestra seguridad y la de nuestros vecinos es una obligación compartida.