La reacción de algunos ecuatorianos a la declaración de persona non grata a la ex embajadora de los Estados Unidos en Ecuador da vergüenza y no alcanza para imaginar un país con voluntad de construir identidad y sentido nacional desde la defensa integral de la soberanía.
Escuchar al analista político Roberto Izurieta, ex asesor de Jamil Mahuad y ahora catedrático de la Universidad George Washington, en la cadena de noticias CNN, revela la perfidia con la que mira a su propio país. Tanto que tuvo una contradictora estadounidense, Deborah James, del Centro de Estudios Económicos y Políticos, quien cuestionó la tarea de la ex embajadora y las insinuaciones que los informes y cables secretos generan para la relación de Estados Unidos con Ecuador.
Para Izurieta no hay duda de que el Gobierno ecuatoriano se equivoca y la tesis estadounidense prevalece. James subraya que Ecuador tiene todo el derecho de reivindicar su soberanía y acota que no tiene por qué afectar las relaciones diplomáticas ni económicas entre los dos países. Entre los dos panelistas queda claro que, por encima de los intereses coyunturales políticos y los acuerdos comerciales, hubo una clara intromisión en los asuntos internos de nuestro país.
Por eso es pertinente resaltar lo que han dicho nuestros editorialistas estos días: a Estados Unidos y a Ecuador les toca ahora fijar un marco de relaciones, profundizar sus acuerdos sin sometimiento alguno y poner como norte la colaboración dentro del respeto soberano a las decisiones de cada uno.
Y a Ecuador, soberanamente, le corresponde ampliar sus relaciones comerciales con todo el mundo. Este Gobierno ha demostrado que su diplomacia no tiene por qué sujetarse a ninguna agenda foránea, tiene sus prioridades y sobre ellas pesa la necesidad de mejorar la calidad de vida de su gente.