Ha transcurrido más de una década desde que se firmó la paz con Perú. El fruto está a la vista en una diversidad de encuentros, acuerdos, intercambio cultural, flujo comercial y turístico, entre lo más significativo.
Ahora, con el acuerdo de límites marítimos, tema pendiente entre los dos países, se da un paso más en ese proceso iniciado en 1998.
Desde ningún punto de vista se agrede a nuestra soberanía. Como lo explicó la cancillería ecuatoriana, “el espacio marítimo que Perú incorpora está situado en lo que hoy se consideran aguas internacionales, que se encuentran al final de las doscientas millas de mar peruano y no afecta en lo más mínimo los espacios marítimos actualmente bajo la soberanía y jurisdicción del Ecuador”.
Lo que antes habría significado una tensión, un llamado a la defensa enérgica y hasta un motivo para poner nerviosas a las fuerzas militares de los dos países, ahora los acuerdos, el diálogo, la transparencia y el respeto mutuo son la marca de nuestras relaciones con Perú. De hecho, el próximo 20 de mayo, en la cita presidencial que se realizará en Quito, los dos mandatarios podrán afirmar esa voluntad de construir la paz con responsabilidad.
Bastaría preguntar a los empresarios cuánto beneficio les ha traído esta paz; y a los turistas de ambos lados reconocer la posibilidad de vernos sin recelos desde nuestras realidades.
Por ahora es necesario apoyar para que Perú y Chile encuentren los mejores mecanismos y espacios para resolver las dudas sobre sus diferencias en temas limítrofes.
La nueva época en las relaciones diplomáticas, entre gobiernos democráticos y soberanos, advertiría que eso ocurrirá sin comprometer a cada uno de sus pueblos en bien de la paz, que es el mejor escenario para el desarrollo.
No está por demás alertar a la opinión pública para que no permita que este tema sea usado políticamente y mucho menos para beneficio proselitista de nadie.