El que más se queja de la pérdida de libertades es quien más usa la de expresión para criticar, utilizando adjetivos de toda clase y haciendo comparaciones infames. La última de sus expresiones raya, sin celo alguno, en la insolencia con miembros de una institución política, jurídica y estatal como es la Asamblea. Los ha tratado de un modo procaz, usando la libertad de expresión que dice no existe en el país. Se trata de la misma persona que demanda tolerancia de las autoridades.
No se le pide que deje de criticar, pero el periodismo responsable y profesional no necesita de adjetivos ni de símiles procaces. Si bien pidió disculpas ante el reclamo severo de la vicepresidenta de la Asamblea, Rosana Alvarado, aquello evidencia su absoluta postura opositora, y si se muestra como tal debería reconocerlo ante su audiencia para no confundirla con su demanda recurrente de libertad e independencia.
¡Qué pena que ocurran estas cosas! ¡Qué pena que se desdibuje el periodismo con actos de esta naturaleza! ¡Y qué bueno pedir disculpas ante tamaña falta ética!