Regalos. Hace 3.000 años, los fenicios que pisaban un nuevo territorio ofrecían regalos como muestra de agrado a esa nueva cultura, mientras los persas obsequiaban siete frutos secos porque pensaban que traía buena suerte.
En cambio, los griegos tenían por costumbre dar regalos de cumpleaños en las fechas de nacimientos de los niños: anillos, amuletos y flores. Además, intercambiaban objetos con sus amigos como muestra de confianza y de amistad.
Pero ¿cuál es el origen de los regalos de Navidad? Hay varias explicaciones sobre este tema, pero la más conocida es la de Saturnalia, una celebración de la antigua Roma, que honraba a Saturno, Dios del grano y la agricultura. Esa fiesta era entre el 17 y el 24 de diciembre con intercambio de regalos para desear buena suerte para la próxima cosecha.
Algunos dicen que el cristianismo se sumó a ese festejo para convertir a esos pueblos a su religión y eso evolucionó a lo que hoy llamamos Navidad.
Sin embargo, ese no es el verdadero espíritu de la Navidad, según los católicos, sino la esperanza, la paz y la reflexión en un mundo tan difícil como el actual que vive en medio de una pandemia mortal.
¿Hay necesidad de dar regalos en la emergencia sanitaria? No, pero cientos de ecuatorianos se volcaron a los centros comerciales, calles, almacenes e incluso ventas on-line para comprar y comprar en este nacimiento del Niño Jesús.
Olvidaron evitar las aglomeraciones y el riesgo de contagio del virus letal. Entonces, ¿qué sentido tiene comprar regalos para la familia o los amigos? Ninguno, sin embargo, el consumismo nos ha llevado a comprar cuando no necesitamos y nos ha convertido en acumuladores de un montón de objetos o prendas que terminan en un clóset o un cajón, especialmente en esta emergencia sanitaria.
Lo mejor sería ser solidarios con los demás y ayudar a asociaciones, organizaciones, la Iglesia, o programas que trabajan por los más vulnerables y abandonados.
Quizá ese es el mejor regalo para los demás.