En el ejercicio de los derechos, hombres y mujeres somos (o debemos ser) iguales. Así por lo menos están planteadas las convicciones, plataformas y enunciados políticos en nuestras sociedades contemporáneas.
Pero el tema es más complejo y acarrea una serie de miradas, herencias patriarcales, luchas inacabadas y otras por desarrollar. A todo esto se une que el movimiento feminista (o los feminismos) no ha logrado sostener sus tareas en la complejidad de estas sociedades y, al mismo tiempo, disputa visiones políticas que lo acerca o aleja de las mismas mujeres, en general.
Al conmemorar el Día Internacional de la Mujer, evidentemente, saltan al ruedo un conjunto de demandas y de tareas pendientes para que la mitad de la población (que concibió a la otra mitad) se dignifique en su existencia social. Y por lo mismo hay muchos enfoques que entran en la discusión, pero el fundamental es el sostenimiento y reafirmación del machismo en toda su magnitud.
¿Cómo se está expresando ese machismo en estos tiempos? ¿De qué modo reafirma su dominación a esa mitad de la humanidad? ¿Hasta dónde se oculta o camufla en actos y hasta estructuras sociales que lo justifican y hasta legitiman? ¿Hay unos nuevos machismos?
En la lógica de romper estereotipos, a la mujer se le han dado otros que, en la práctica, expresan una forma de dominación que da continuidad a la de siempre. Y si antes de exhibirse era considerado un pecado, ahora la exacerbación de la moda la coloca como un objeto de exhibición intensa. Si la ‘liberación femenina’ llevó a muchas jóvenes a no constituir matrimonios o a optar por no ser madres, ahora eso se ve como un ‘atentado’ a su ‘condición esencial’. Si el mismo matrimonio era como el destino inaplazable para las mujeres (porque ahí se realizaban formando una familia y se convertían en madres), el que una ejecutiva o una deportista decida con quién estar, sin que en su devenir esté necesariamente el matrimonio, ahora a ellas se las observa como unas ‘desfasadas’.
La sociedad, los feminismos, pero sobre todo los hombres, requieren una mayor reflexión argumental (abierta y sostenida) para entender qué corresponde hacer con este tema, hasta dónde el rol de las mujeres se reduce a su condición de madres, esposas o hijas, para pensar y afrontar la defensa de sus derechos sexuales y reproductivos, laborales, económicos, de placer, académicos y profesionales en toda su complejidad.
Las diferencias están ahí. Y, de una u otra forma, ellas marcan una injusticia para esa mitad de la población mundial.
Por lo tanto, más que conmemorar, habrá que pensar hasta dónde la sociedad en su conjunto afronta esta realidad como un reto mayor para su verdadera convivencia democrática. Y a la vez cómo ese machismo es combatido en todas sus expresiones, por más camufladas y sutiles que sean.
