El rector de una universidad usa a sus empleados y trabajadores; un alcalde da permiso a sus colaboradores; empleados públicos -pocos la verdad- merodean las instalaciones de la Asamblea Nacional y los mismos dirigentes políticos de siempre, con sus empleados, protagonizan un triste espectáculo político. Todo ello en el marco de una ‘dictadura’. Incluso los periodistas ‘libres e independientes’ hablan en los micrófonos, escriben en los blogs bien financiados, se estrechan las manos con los opositores. Todo ello en medio de una absoluta “represión y una ausencia total de libertad de expresión”. Y para más paradoja: quien estuvo detrás de todo esto, quien puso toda la plata para movilizar durante un año no solo las conciencias y las cajas de sardinas, deja el escenario y pasa en EE.UU. Mira los toros desde lejos. En otras palabras, la movilización política que ofrecieron, para “sacudir las entrañas mismas de la nación” quedó reducida al mismo círculo de aliados. Ayer vivimos el mayor fracaso de un ensayo político bien inyectado de odio y de plata. ¿La democracia nacional se afirma y la politiquería pierde? Sí. (O)
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