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Una de las estrategias de los neoliberales de pura cepa es denostar y estigmatizar al Estado y su aparato burocrático. La otra es ensalzar al sector privado como el paradigma de la excelencia y de la eficiencia. Sin embargo, cuando tienen que criticar al servicio de transporte masivo que siempre ha estado en manos privadas nunca se dice nada. Lo mismo pasa con otras actividades. Ahora, con la típica campaña (en son de linchamiento), vuelven con que somos el país con el peor servicio público. No hay que mentir: no tenemos uno de excelencia plena o de absoluta eficiencia. Pero nadie duda de que por fin hay planes, metas, procesos y un largo recorrido para recuperar el espíritu del servicio. Y eso pasa también por que los funcionarios públicos dejen atrás prácticas y hasta ‘viejas costumbres’ para asumir el verdadero reto de servir al ciudadano y no servirse de él. Hay un cambio de fondo: el Estado tiene orden y disciplina de gestión y administrativa, pero todavía falta para llegar a la excelencia.