Ofender con el machismo más ácido es un arma política de la vieja política. Tratar al enemigo con símiles y metáforas de la homosexualidad es recurrente en un candidato a la Alcaldía. Y cuando lo hace hay algunos que gozan y otros que miran hacia otro lado.
¿Con eso baja la calidad del debate y de la reflexión sobre temas polémicos? Sí, definitivamente, y no construye para nada un sentido ciudadano y, además, constituye un indicio de delito de odio. Sobre las expresiones homofóbicas, que también se transmiten sin filtro en los medios, algunas organizaciones que saltan por cualquier cosa no han dicho ni pío.
Evidentemente -así como ocurre con los garrotazos- la impunidad para que ciertos políticos sigan ofendiendo es latente y consagrada.