Por todos es conocida la escasa y a menudo nula participación de los trabajadores en la vida regular de los sindicatos del país. Algunos ni siquiera conocen a sus representantes, de ahí que estos hagan de su ‘vida sindical’ un ejercicio vitalicio, una carrera de ‘reelección indefinida’.
Por eso no hay renovación y vemos las mismas caras cuando advertimos actos políticos. En consecuencia, una de las reformas planteadas por el Gobierno la semana pasada, que concita, lamentablemente, pobre reflexión y cero propuestas, tiene que ver con la democratización de la representación sindical.
La mayoría de los actuales dirigentes de este sector, que se opone a todo, ni siquiera ha balbuceado al respecto, dejando en evidencia que esa iniciativa es la que menos le agrada. Más allá de las circunstancias políticas, es urgente la ejecución de un debate profundo sobre su realidad para propiciar la elección democrática de sus titulares, la fiscalización de sus tareas y la participación de sus representados.