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Estos días hay voces (con sus respectivos voceros e intermediarios) que cuestionan la declaratoria de alerta naranja o amarilla por amenazas de fuerte oleaje en el perfil costero del país. Y los argumentos rayan en el más absoluto egoísmo y mercantilismo. A diferencia de opositores al Gobierno, detractores y críticos, como el radiodifusor Diego Oquendo, quienes han felicitado la gestión de la Secretaría de Riesgos sobre este tema.
Japón, que tiene experiencia en el manejo de la prevención, en estos días hizo un llamado de alerta y lo suspendió luego de confirmar que no había riesgo de un tsunami. ¿Los comerciantes japoneses harán lo que dicen algunos ecuatorianos: pedir indemnización por las supuestas pérdidas económicas?
Evidentemente que hay responsabilidades públicas y sociales que todo gobierno las asume por encima de la popularidad que pueda ganar o perder, afectando, incluso, lo que quiere estimular: un turismo nacional masivo.
No olvidemos que los comerciantes son beneficiarios directos de lo que los turistas gastan en sus negocios porque tienen ventajas y estímulos provenientes, en estos últimos años, de una economía sana y estable.
Entonces caben varias preguntas: ¿Por qué algunos medios se hacen eco de estas “quejas” que no se sostienen ni por el sentido común? ¿A quién habrían demandado los comerciantes si, por no existir una alerta en torno a una amenaza marina de cualquier índole, hubieran sufrido pérdidas, inclusive humanas? ¿Estamos endiosando al dinero como único factor de felicidad y satisfacción, sin importar la vida y las responsabilidades públicas? No estaría mal que los medios y supuestos comerciantes observen el ejemplo de Japón en estos temas y aprendan que el refrán “Prevenir antes que lamentar” es muy sabio y ordena tantas conductas sociales. Todas las medidas que prioricen la seguridad de las vidas de los ecuatorianos serán bienvenidas, incluso para el bienestar de los comerciantes.