No es extraño que dos organismos internacionales que agrupan a dueños de periódicos se pronuncien, a día seguido, sobre el juicio planteado por el Presidente de la República contra diario El Universo, tres directivos y el periodista Emilio Palacio.
La Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias (Wan-Ifra), calificó previamente al hecho como “un ataque para intimidar a los medios”; Gonzalo Marroquín, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), durante la sesión solemne por el aniversario de la Cámara de Comercio de Guayaquil, acusó al Gobierno ecuatoriano de coartar la libertad de expresión, a pesar de que su presencia en el país es la muestra más transparente de lo que él condena sin pudor y sin sonrojarse, cuando debería hacerlo, pues sus antecedentes no son de los mejores.
En 2006, por ejemplo, Conrado Monroy, periodista guatemalteco, ex editor del periódico Prensa Libre de Guatemala, acusó a Gonzalito, quien se desempeñaba en aquella época como Director Editorial y que actualmente preside la Corporación de Noticias S.A., de aprovecharse del poder e influencia de su hermano Óscar Clemente Marroquín, dueño de La Hora; de su primo hermano José Rubén Zamora Marroquín, presidente de El Periódico; de su otro hermano Luis Marroquín, director de la Tipografía Nacional y el Diario Oficial, Diario de Centroamérica; y su concuñado Óscar Berger, presidente de la República; para auspiciar a una empresa encuestadora que su sobrino José Carlos Marroquín Pérez, coordinador de la estrategia del partido político Unidad Nacional de la Esperanza, UNE, y vocero de Álvaro Colom, se encargó de manipularla. Y hay más, mucho más… Tanto que el canciller Ricardo Patiño les recomendó a los agremiados “que sigan haciendo sus negocios, pero que no se crean representantes de la libertad de expresión”. Y descalificó a la SIP, porque “no tiene derecho ni autoridad moral” para dar lecciones. Así que, Gonzalito, mírate la viga que tienes en el ojo.