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La disputa política más sensata y legítima no requiere de ficciones o verdades a medias. Lo contrario tiene un costo alto, como lo comprueban experiencias históricas nefastas, a lo largo y ancho del planeta. Igual, en nuestro país, esas disputas que ponen por delante un victimismo exacerbado y unas falsas tragedias le han costado caro a los movimientos y actores políticos.
Más bien la historia se ha encargado de colocarlos en su justo lugar. Porque en su momento se erigieron como los paladines de la justicia o víctimas del poder de turno. Hoy pasa algo parecido y parecería que el libreto se repite.
Sorprende que intelectuales, periodistas y analistas -bien sea con su silencio o complicidad- aúpen la creación de falsos mártires para que coincidan sus teorías de la existencia de un régimen fascista en Ecuador con la presencia de supuestos presos políticos, perseguidos sociales y una represión desaforada.
La realidad es otra. Se detuvo a los ‘protestantes’ por los desmanes y la violencia desatada contra los policías y por la destrucción de los bienes públicos. Muchos de ellos ya están libres. (O)