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El Telégrafo

Entre la violencia y la impunidad

21 de junio de 2011

El juzgamiento al coronel de Policía Rolando Tapia, ex jefe de la Escolta Legislativa y cinco subordinados que secundaron la revuelta policial del 30 de Septiembre, no solamente debe considerar la violación a las normas constitucionales vigentes, también debe buscar la mano que mueve los hilos de la impunidad.

Esta perturbación a la institucionalidad no es nueva; ha sido una constante desde el retorno a la democracia en 1979. Las dictaduras militares utilizaron la violencia como un instrumento de ablandamiento cuando la ley o los operadores de justicia tuvieron que decidir sobre libertades o la vigencia de los derechos ciudadanos. Toda propuesta política tuvo, como último recurso -y cuando las palabras se agotaron- el factor de la agresión. Así que nadie pone en duda su existencia, aun cuando los gestores se mantengan ocultos, esperando que los flancos más débiles de la democracia se rompan. No olvidemos que la historia republicana de Ecuador se fue construyendo en torno a las relaciones de poder que le dieron forma al Estado, en un proyecto socio-económico de clase. Esta forma de conflicto debidamente planificado -en este macabro juego del ajedrez político- utilizó como peones y alfiles a la ambición uniformada camuflada entre las  promesas político-partidistas que reflejaban la desesperación por recuperar espacios dejados por las élites.

Así que no nos engañemos, luego de que se produzca el fallo contra los golpistas del 30 de Septiembre, las vigilias ciudadanas  en los exteriores de la Corte de Justicia de Quito se repetirán si persiste la impunidad. Por ello es urgente la  despolitización  de las cortes que, por el momento y hasta que la paciencia se agote, insisten en garantizar la ley y el orden. No puede existir un país donde los victimarios se conviertan en víctimas. Es imperativa una visión histórica de la naturaleza humana que devele a la violencia como raíz de todas las injusticias sociales.

Este orden, que tiene forma de doctrina y se organiza como cuerpo armado, debe desaparecer para que el pueblo encuentre su futuro.

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