La verdad constituye una virtud compleja en los seres humanos; es el respeto por los demás, por lo veraz. Es actuar de buena fe y coherentemente.
Lo contrario es especular, igual que la mentira significa utilizar parte de la verdad para alterar la realidad.
Esto es lo que ha sucedido en los últimos días en el país con el conteo de votos de la consulta popular y referendo del pasado sábado.
Los resultados de una encuesta (exit poll) han causado extrañeza porque han sido sujetos de especulación, interpretación y hasta mala utilización, cuando lo correcto hubiese sido esperar los datos definitivos para determinar cuánto de verdad hubo en ese sondeo.
Pero las cosas no quedan ahí: se genera el escándalo para activar el mecanismo de la especulación. Con razón o sin razón, el proceso de escrutinio va de menos a más. Es decir, de las provincias más pequeñas, con menor número de sufragantes, hasta las grandes y numerosas. Por ello se obtienen en menor tiempo los resultados.
Entonces interviene la mala fe: especular y pretender hacer creer a la ciudadanía que con ello se tienen resultados absolutos.
¡No es así! Necesitamos prudencia, calma, responsabilidad pública y tiempo para conocer las cifras globales, de todas las provincias, de todo el país. Entonces podremos conocer la realidad y a partir de ahí emitir criterios y juicios de valor.
No todos estamos preparados para enfrentarnos a la verdad para afrontarla y asumirla. Para conocerla, reconocerla y aceptarla se demanda responsabilidad y sentido democrático, mucha tolerancia y, ante todo, respeto por la institucionalidad.
Decir la verdad no es fácil ni adecuado la mayoría de las veces, porque siempre priman intereses, mucho más cuando son políticos. Pero cuando ella aflora y luce con cifras y datos irrevocables, incontrastables e irrefutables, gana la democracia, se valora la participación popular y las instituciones se fortalecen.