La historia del Ecuador escribió una de sus páginas más trágicas y dolorosas cuando el Presidente de la República confirmó algo que muchos intuían: la muerte de Efraín Segarra, Paúl Rivas y Javier Ortega, trabajadores del diario El Comercio que, el 26 de marzo, fueron secuestrados por miembros de una banda criminal que opera en la frontera norte de la provincia de Esmeraldas.
Fueron ejecutados sin la mínima posibilidad de defensa, sin importar si tenían hijos, padre, madre, hermanos, compañeros de trabajo. Nada, simplemente la sed de sangre y muerte que mueve a la delincuencia organizada. Ningún derecho humano fue respetado, toda la crueldad se puso de manifiesto: murieron encadenados, con un candado en el cuello, con una bala en el cráneo y otras tantas en la espalda.
Los tres que nos faltaban ya nunca estarán físicamente con nosotros, pero su sonrisa no se borrará jamás. Salieron un día de su lugar de trabajo como lo hacen siempre los periodistas; fueron a buscar información y terminaron secuestrados por terroristas sanguinarios. La narcoguerrilla que opera desde el lado colombiano se había acostumbrado a transitar libremente por nuestro territorio sembrando terror y destrucción. Los periodistas solo buscaban la verdad y encontraron la muerte. Que el periodismo es una profesión de riesgo es una verdad de Perogrullo, pero nacerán más periodistas que tendrán que contar la verdad que no alcanzaron a escribir Javier, Paúl y Efraín.
Este es un momento para la unidad nacional; no es la hora de buscar culpables ni sacar provecho; lo que venga después también tendrá que escribirse en la historia y la misión de esos trabajadores de la prensa no se detendrá jamás. Estamos de luto, los Medios Públicos se suman al dolor y expresan su condolencia a los familiares y al diario colega ante estos brutales asesinatos; que esta experiencia dramática sirva para que el país entero se levante y que la solidaridad venza al miedo y al terror. (O)