Sembrar petróleo -como metáfora política, económica y social- fue una demanda histórica. Todavía no hay estudios ni investigaciones que nos muestren e ilustren sobre el destino de los miles de millones de dólares que desde 1973 administraron los gobiernos de las dictaduras y de la llamada ‘partidocracia’.

Hay autores que señalan que las grandes fortunas de Ecuador de ahora se fundaron en esos años. Y, consecuentemente, también los factores de la pobreza que por muchos años soportamos como una vergüenza para todos, al sostener una economía boyante pero excluyente.

Ahora, cuando se evalúa, por diferentes estudiosos, la economía ecuatoriana muestra signos y datos que explican dónde fue a parar el dinero proveniente de los ingresos del petróleo. No cabe duda, ni siquiera para los más ortodoxos críticos, que la inversión pública no se hizo a costa del sacrificio de las grandes mayorías y mucho menos de los empresarios. Al contrario, si la siembra de petróleo que tanto se demandó ahora tiene sentido y evidencias, no solo ha sido posible por la iniciativa política de un proyecto en el poder sino por la capacidad de la misma sociedad de sostener ese proyecto con legitimidad y apoyo electoral en los últimos años.

Pero ante todo está sembrado en la perspectiva y en la esperanza de las nuevas generaciones. Miles de miles de jóvenes estudian fuera del país gracias a esos recursos; cientos de profesionales y maestros se capacitan dentro y fuera también; y locales escolares y proyectos ambiciosos como son las cuatro grandes universidades están ahí para probarlo con sobra de razones.

Podría resumirse en una frase: la siembra del petróleo ecuatoriano de los últimos años está fotografiada en cada provincia, pero sobre todo en las nuevas generaciones.

Por eso carecen de peso y argumentos aquellas expresiones, esas sí populistas y demagógicas, que preguntan qué se ha hecho con los ingresos de los altos precios del petróleo.

Lo mismo podría decirse de aquellos neoambientalistas que no creen en el uso adecuado de los recursos naturales: sin el petróleo y su inversión social ni siquiera habría posibilidad de sostener un proyecto nacional para que las nuevas generaciones asuman compromisos y hasta banderas a favor de la naturaleza.

Ahora, con el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la presencia masiva en los procesos de cambio de la matriz productiva sí hay que enfatizar que aquellas dudas sobre la liquidez de la economía no son sino incomprensiones y hasta distorsiones de la realidad con claros afanes proselitistas (y en algunos casos desestabilizadores).

Habrá que mirar con perspectiva histórica lo que ha significado el petróleo para Ecuador en estos años para entender en qué realidad estamos asentados todos.