Los ecuatorianos viajamos muchísimo más dentro de nuestras fronteras. Todo eso conlleva saberes, problemas, reflexiones y búsquedas para entender qué pasó para llegar a esto, cómo mejorar ese placer que constituye conocer, intercambiar y descansar por fuera de nuestra residencia habitual.
Se calcula que cerca de la mitad de la población hace turismo interno y lo realiza por lo menos una vez por año, aunque la frecuencia aumenta según el estrato social. Y esa cifra revela que hay mejores condiciones económicas, facilidades, infraestructura y servicios. Lo cual también depende de un ambiente económico, social y político favorable, porque si no, habría otras urgencias o necesidades que atender, como es obvio.
Estos dos feriados largos evidencian esa realidad: la oferta hotelera no abastece toda la demanda, pero a la vez se crean otras opciones para garantizar el disfrute pleno del tiempo libre; el sistema vial ayuda muchísimo para acortar las distancias y dar seguridad a los viajeros; la Fuerza Pública ya tiene una ‘rutina’ de apoyo y control para todos los feriados; y de a poco se construye una cultura turística que no solo concentra consumo y desplazamientos a los lugares tradicionales, sino que hay aventura y búsqueda por diversos rincones bellísimos de nuestra patria.
Es cierto que falta mucho, pero sobre todo falta que esa cultura turística se revele en servicios de calidad en todas partes, en una mejor y mayor señalización para una orientación adecuada, en un sistema de transporte masivo con absoluta seguridad, respeto a los pasajeros y de excelencia en la atención para ellos. Y a pesar de esto se ha avanzado bastante para lo que teníamos hace una década.
Obviamente, el turismo interno (más allá de los rendimientos económicos para quienes ejercen esta ‘industria sin chimeneas’) tiene un beneficio poderoso en la construcción de identidad nacional: el intercambio de miradas, costumbres, culturas, gastronomía y tradiciones, aparte del encuentro y reconocimiento, forjan una nación más cohesionada.
Ese factor político y ciudadano quizá no se ha valorado como es debido y en eso tienen mucho trabajo las agencias de turismo, pero sobre todo los gobiernos autónomos descentralizados. No solo es favorecer al mercado turístico, sino forjar esos encuentros donde el turista de otra provincia y/o región se siente acogido para conocer y descubrir su propia patria y no como un cliente al que hay que sacarle todo en los días de visita. Ahí hay unos retos y unas estrategias por construir.
No habrá mejor turismo interno que el que seamos capaces de crear desde las localidades, haciéndolas acogedoras, limpias, con servicios de calidad para el compatriota con discapacidad y no solo amables para los extranjeros, generando una cultura turística para sentirnos estimulados de viajar sin recelos ni temores de ninguna clase.
