Extrañamente, aquellas ONG (ahora opositoras) que dicen defender los derechos humanos, que van a la CIDH en caravana, no se han pronunciado ni en sendos comunicados y mucho menos en elocuentes entrevistas en la prensa privada y comercial sobre una imagen grotesca y decidora alrededor de un ‘monumento’ a un lustrabotas.
Si una autoridad tiene el ‘orgullo’ de posar ante las cámaras para que esa imagen dé la vuelta al mundo y luego valora como un reconocimiento al trabajo infantil, no estaría demás debatir por qué ocurren estas cosas sin la consabida reacción de la sociedad civil, de aquella ‘rebelde y libertaria’ que a todo se opone.
En definitiva, no es ningún mérito ni mucho menos un acto cívico elevar monumentos al trabajo infantil. Eso no se hace, aunque en nuestra memoria y presente todavía tengamos a menores de edad laborando. Es lo mismo que construir monumentos a los autores de delitos de lesa humanidad, por muy importantes que hayan sido los cargos políticos u oficiales que ocuparon.