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El Telégrafo

El progresismo de América Latina sigue su curso político

13 de diciembre de 2015

Los filósofos, sociólogos, politólogos y quienes observan como objeto de estudio los procesos políticos saben que estos no se  determinan o definen solo por la presencia de un partido en el Gobierno. El ejemplo más claro en América Latina es Chile.

En las últimas dos décadas, es más, el proceso político regional estuvo marcado por la emergencia de los movimientos sociales, la resistencia al Consenso de Washington y unas acciones políticas antineoliberales. Y como resultado de todo ello nacieron los llamados gobiernos progresistas. No fueron producto de un golpe de Estado; ni entraron por la puerta de atrás de algún palacio presidencial y mucho menos ganaron elecciones en comicios amañados o llenos de dinero de los grandes grupos de interés. En casi todos los casos superaron a candidatos con un alto poder económico y mediático, pero también con una diferencia elevada de votos, y en primera vuelta, como ocurrió en dos ocasiones en Ecuador, Argentina y Venezuela.

Y esos procesos políticos progresistas sirvieron para mejorar la calidad de vida de los pueblos, donde también mejoraron las empresas, la industria y el  comercio, porque son procesos democráticos incluyentes.

Como ya ocurrió en otras épocas en nuestra región, los modelos y las medidas adoptadas surtieron efecto y han tenido arraigo en la conciencia y en la vida cotidiana de nuestros pueblos. Y se mantendrán así por largo tiempo, a pesar de que ganen elecciones algunos partidos y dirigentes conservadores. De hecho, esos triunfos han sido también con base en ofertas de mantener las conquistas sociales, de no debilitar el aparato estatal y a favor de las políticas públicas. Habrá que ver hasta dónde eso se mantiene.

Ahora bien, nadie duda de que esos partidos y dirigentes de derecha buscan un objetivo claro: disminuir la presencia del Estado, darle todo el espacio y las garantías a la empresa privada y, sobre todo, apoyarse en la prensa comercial para todos estos propósitos. Y saben que habrá resistencia, un rechazo duro y, por lo mismo, requieren de un aparato político, mediático y empresarial poderoso.

En Argentina los periodistas más ‘críticos’ del kirchnerismo ahora lanza loas y alabanzas al nuevo mandatario.

Entonces corresponde a los pueblos y organizaciones, a la llamada sociedad civil y a los partidos responsables, trabajar para sostener el avance, las conquistas y las políticas públicas progresistas para que el único beneficiado sea el ciudadano común y corriente. Pero también para exigir a empresarios y prensa un comportamiento a favor de profundizar la democracia y generar más política pública en todos los campos. Por ahora hay un espacio de observación y evaluación de la aplicación de las promesas de campaña. Ya vendrá el ejercicio pleno del poder y sus efectos. (O)

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