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El Telégrafo

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El nuevo ciclo del fútbol y del negocio más próspero

13 de julio de 2014

Con el cierre del Mundial de Fútbol Brasil 2014 también se abren algunas reflexiones sobre el sentido mismo de este deporte y todo lo que gira alrededor de él. Más allá de lo estrictamente deportivo, su incidencia en la política, en los negocios y en la dinámica de los países marca otras formas de relacionamiento público, teniendo en cuenta que la entidad rectora del fútbol es una organización de carácter privado.

Es cierto que una competencia de tanto nivel requiere una infraestructura enorme, pero la pregunta de fondo es si los países que se comprometen a la realización de los torneos -cada 4 años- deben invertir tanto dinero para un mes de partidos. De hecho, solo las naciones con una renta alta y con las condiciones básicas podrían realizar mundiales de fútbol. Con todo y eso, como ya les ha pasado a otros, la inversión no se compadece con el uso y rentabilidad posterior.

Nadie duda de que se trata de uno de los deportes que concitan la mayor atención, entusiasmo y hasta emoción en todo el planeta (la tarea y negocio más globalizados del que se tenga idea en esta época). Sin embargo, los intereses y los negocios que se mueven alrededor construyen desde ya otra dinámica y generan otros conflictos.

El poder ‘supranacional’ de la FIFA (solo comparable con lo que hace y decide la ONU) impone determinadas acciones, políticas y hasta reglas para los países afiliados. Tanto es así que el solo hecho de asumir la realización del Mundial define prácticamente la vida de ese país desde el día de su designación y los meses previos al inicio. Y los gobiernos, en la práctica, se someten al poder de una entidad privada.

Brasil lo vivió estos últimos 4 años, pero particularmente el último, uno de sus momentos más tensos porque la urgencia de construir estadios de lujo frente a una realidad y a un entorno con carencias y dificultades levantó protestas. Y en ese país, futbolístico quizá como ningún otro, los estadios que quedan tras el cierre del evento -hoy- no serán ‘explotados’ para recuperar la inversión porque no se necesitan de esa dimensión para los torneos locales. No olvidemos lo que pasa ahora con el estadio de Sudáfrica donde se jugó la final del Mundial de 2010: está en desuso, casi abandonado, con todo lo que implica su mantenimiento.

Evidentemente, detrás de este fútbol de alto nivel hay un negocio inmenso que no debe comprometer las economías y la vida de los pueblos. Al contrario, debe configurar modelos de negocios teniendo en cuenta las condiciones para generar desarrollo, crecimiento y menos inequidad. Incluso, lo que no se ha discutido por la FIFA: la realización también debe conllevar un crecimiento en la calidad y en la cantidad de fútbol que se haga ahí, pero parece que eso no es lo más importante para sus dirigentes.

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