La ciudad anticipa su futuro en muchos proyectos y planes, pero sobre todo tiene en este presente un conjunto de virtudes y potencialidades que la hacen vibrante. Y cuando se anticipa el aniversario del Bicentenario de su Independencia surgen otros retos para constituir a esa fecha como un punto de llegada y concreción de aquellos anhelos. En lo fundamental, este aniversario debe servir para pensar en una ciudad incluyente y con un fuerte acento en la necesidad de erradicar la pobreza. Sin descontar que para ello hace falta una acción colectiva de todas las instituciones oficiales y ciudadanas. Por eso, hoy el mejor compromiso -más allá del espíritu festivo que corresponde- es planificar colectivamente un conjunto de acciones para mejorar la calidad de vida de Guayaquil. Solo así tiene sentido una celebración cívica y patriótica. A eso hay que unir la reafirmación plena de una identidad de esta ciudad histórica: la reflexión política potente, el debate de principios y la confluencia de las diversidades. Estos cinco años son una convocatoria emotiva para imaginar una ciudad libertaria y de bienestar. (O)