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El neoliberalismo más ortodoxo quiere privatizarlo todo. No están lejanos los días donde gobiernos ecuatorianos hicieron concesiones para el negocio de la telefonía celular y otras ramas afines como si fuese una dádiva del Estado para ‘pobres’ empresarios que solo buscaban abrirse campo en el mercado.
A la vista de los años vemos que, con ese negocio -ni siquiera de emprendedores locales-, empresas multimillonarias han obtenido enormes ganancias. Lo que no dicen ni esos empresarios ni sus empleados es que se trata de un negocio con base en un recurso público. Por lo mismo, no estamos frente a un negocio con base en un emprendimiento particular.
De ahí que las empresas telefónicas (con apoyo mediático) no pueden ni deben explotar supuestas sensibilidades laborales cuando no han sido precisamente el mejor ejemplo de salarios justos y condiciones físicas de excelencia. Y para más: no hay ningún ecuatoriano que no se haya quejado de la calidad del servicio, así como de las altas tarifas.