El miércoles pasado, Alexis Tsipras presentó su dimisión al presidente griego Prokopis Pavlopoulos y pidió elecciones anticipadas, que podrían ser el 20 de septiembre, para poder formar un gobierno ‘estable’. Y esta última palabra revela lo de fondo: la estabilidad política ya no depende de sus ciudadanos, gobernantes, partidos políticos ni instituciones locales. Todo indica que, para que sobreviva como nación, Grecia debe someterse a los designios de aquellos organismos financieros y países que definen los salvatajes y las condiciones de vida de las naciones atravesadas por la crisis, producto de un modelo económico. Ya no importa si los jubilados no reciben sus pensiones, si el Estado griego paga o no a sus empleados, si las empresas pueden o deben adquirir créditos. Ahora solo cuenta que Grecia pague sus responsabilidades a los organismos financieros internacionales. Y si para eso hace falta someter al Gobierno y a sus ciudadanos, no importa. Lo que cuenta es el dinero, no la vida ni mucho menos el bienestar de la gente. El capital, como ya se sabe, no tiene bandera ni corazón. (O)