No hay ingenuidad en la política ni en esos políticos que dicen defender valores supremos de la democracia y, de paso, financian blogs, cuentas en las redes sociales y a activistas bajo el amparo de la libertad de expresión (desde el anonimato y nombres falsos) para intensificar la desestabilización.
Sí, porque por las vías democráticas no logran cambiar el sentido ni la voluntad popular. Se jactan de la defensa acérrima de la tolerancia y hasta la promueven en foros y debates, pero son los mismos que salen del país y dicen que en Ecuador no existe libertad de expresión, prensa ni empresa. Y son las mismas personas, grupos y organizaciones que demandan el absoluto respeto al anonimato para hacer oposición, crítica y una supuesta fiscalización pública.
No, señores y señoras: ha quedado demostrado que el anonimato oculta y promueve bajas pasiones, intereses protervos, ofensas, injurias e infamias de la peor calaña, por cualquier medio.
¿No es eso lo que ocurrió con la profesora Mery Zamora?
Todo indica que constituye una confluencia política y mediática permanente con el único objetivo de minar la confianza, el prestigio y la legitimidad de un proceso político aprobado en las urnas y certificado en diversas manifestaciones y expresiones.
Quienes abogan por el anonimato y el humor como herramientas de oposición política están derivando hacia un oscurantismo, sin ninguna duda. Claro, en ese escenario cabe todo y de nuevo cosechan quienes detrás de todo esto se frotan las manos y hacen cálculos para medir sus posibilidades electorales, sin descartar aquellas fuerzas oscuras que ponen mucha plata.
Como nunca antes esos sectores coinciden en todo, incluso quienes postulan independencia de aquellos poderes fácticos y corporativos. Nunca antes los medios privados y comerciales y los ‘tuiteros’ se han sintonizado tan bien y de forma tan abierta con todas las fuerzas políticas que han perdido casi todas las elecciones desde 2008. Y también es evidente la sintonía en algunos patrones de pensamiento y en las estrategias de desprestigio a algunos personajes y autoridades públicas, dentro y fuera del país.
Ya se ha dicho en este espacio que la matriz mediática no solo se expresa en Ecuador: en Argentina, Venezuela, Brasil y Bolivia actúa de un modo similar y sistemático. En sus ‘entrelíneas’, además, queda constancia de ese trabajo en un sinfín de publicaciones y supuestos análisis de ‘insignes’ analistas.
La disputa política, por compleja que sea, por más intereses que estén de por medio, no justifica de ningún modo el perverso uso del humor y del anonimato como armas de la confrontación o el proselitismo. ¿A dónde llegaríamos con eso? Al estado de violencia que quieren sembrar para cosechar a río revuelto, como ya lo demuestran las experiencias e historia de países de nuestro continente. ¿Chile de 1973 no es un buen ejemplo de ello?
