Los guayaquileños están siendo testigos de un desolador panorama que, si por alguna circunstancia fuese expuesto en los actuales debates sobre el calentamiento global, sería un acto fruto del más alto reclamo ciudadano y -de la misma forma- demandaría la más pronta respuesta de las autoridades municipales de Guayaquil.
Desde la semana anterior, con motivo de la construcción de los carriles de la troncal 3 del sistema de transportación masiva Metrovía, no menos de 200 árboles han sido talados de manera indiscriminada a lo largo de la Avenida de las Américas, en el norte de la ciudad. Y el plan, según nos han informado funcionarios del Cabildo y de la Fundación Metrovía, continuará.
Los puntos más críticos de la deforestación están frente al Cuartel Modelo de la Policía Nacional y cerca del templo del colectivo religioso “Pare de sufrir”. Moradores de estas zonas y agrupaciones ecologistas han elevado sus protestas teniendo en cuenta que se está destruyendo una parte de las pocas áreas verdes con las que cuenta la ciudad.
Desde el Cabildo se asegura que, a la par de las obras de la Metrovía, se impulsarán proyectos de reforestación cercanos a la Avenida de las Américas y que, inclusive, se ha previsto trasladar los árboles talados hacia otros proyectos que están desarrollando. Pero el tema de fondo no es el transportarlos de un lugar para encajarlos a la fuerza en otros -como si fueran piezas de lego- sino el hacer conciencia de que entre nosotros, ciudadanía y autoridades, no existe una verdadera preocupación sobre la creación de áreas verdes.
El transporte masivo -con grandes falencias denunciadas por los usuarios- ha resultado hasta el momento una solución parcial para hacerle frente al caótico tránsito vehicular. Sin embargo, es responsabilidad del Alcalde comprender que el desarrollo de ciertos proyectos no puede estar por encima del medio ambiente. Y en el caso de que se hagan estos sacrificios -porque jamás hay que darle la espalda al progreso- se requieren medidas compensatorias planificadas con anticipación para procurar que los costos, que los pagarán las futuras generaciones, no sean tan altos.