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No es un lugar común decir que el 30 de septiembre de 2010 estuvo en grave riesgo la democracia, así como la vida del presidente Rafael Correa; además, que el resultado fatal son 5 víctimas mortales y una cifra no determinada de heridos. Al contrario, mientras no afirmemos eso como una verdad histórica daremos paso a quienes usan este hecho para sostener sus actos y posturas desestabilizadoras. Tras cinco años hay conciencia de que ese día el pueblo ecuatoriano salió a las calles a defender la democracia, porque con ella y sus autoridades se conquistan los anhelos que por décadas se conculcaron. Y algo más: desde ese día quedó claro quiénes son los verdaderos demócratas y con quiénes cuenta el país para defender su democracia. Hasta ahora no se ha hecho plena justicia con lo ocurrido, pero más allá de eso hay que consolidar nuestras instituciones, pensar en el futuro como un acuerdo colectivo y -con esta conmemoración- garantizar a las nuevas generaciones una pedagogía política y ciudadana para que a nadie se le ocurra violentar el proceso de transformación social, política y cultural. (O)